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Eliseo Meifrèn Roig (Barcelona, 1857 – 1940). “Port Lligat”.

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Eliseo MEIFRÈN ROIG

Lote en subasta:

MEIFRÈN ROIG, Eliseo (Barcelona, 1857 – 1940).
“Port Lligat”.
Óleo sobre cartón.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 35 x 46 cm; 61,5 x 72 cm (marco).

 
 

En este lienzo Meifrèn retrata la costa del pueblo de Port Lligat, en Cadaqués (Girona), mostrándonos la cala del Cabo de Creus que ocupa la localidad desde un rincón escarpado, un punto alto que permite que la vista se recree en el sereno paisaje.

Pintor de paisajes y marinas, Eliseo Meifrèn es considerado uno de los primeros introductores del movimiento impresionista en Catalunya. Comenzó su formación artística en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, donde fue discípulo de Antonio Caba y Ramón Martí Alsina, con quienes comenzó a realizar paisajes románticos de factura académica. Tras finalizar sus estudios, en 1878, se traslada a París a fin de ampliar sus conocimientos artísticos, y allí pudo conocer de primera mano la pintura a “plen air”, que le influiría poderosamente en sus paisajes parisinos de esos años. Asimismo, en París coincide con el inicio público del impresionismo. Un año más tarde realiza un viaje a Italia, en el curso del cual visitó Nápoles, Florencia, Venecia y Roma; allí tomó contacto con el círculo de artistas catalanes formado por Ramón Tusquets, Arcadio Mas i Fondevila, Enrique Serra, Antonio Fabrés y Joan Llimona, entre otros.

Ese mismo año de 1879 participa en la Exposición Regional de Valencia, y obtiene medalla de oro. Ya de regreso en Barcelona, en 1880 debuta individualmente en la Sala Parés de Barcelona, donde seguirá exponiendo con regularidad desde entonces. Por estos años formará parte del grupo de los modernistas, y frecuentará Els Quatre Gats. En 1883 regresa a París, donde realiza numerosos dibujos y acuarelas con vistas de la ciudad y de sus cafés, que le valieron una calurosa acogida por parte de la crítica y el público franceses. A finales de los ochenta regresa de nuevo a Barcelona y continúa mostrando su obra en la Sala Parés, además de hacerlo en el Centro de Acuarelistas. Asimismo, en 1888 formará parte del jurado de la Exposición Universal celebrada en la ciudad condal. En 1890 regresa por tercera vez a la capital gala, donde participó en el Salón de Bellas Artes y en el de los Independientes de 1892, junto con Ramón Casas y Santiago Rusiñol, artistas con los que había formado el grupo pictórico de Sitges un año antes.

En los años siguientes Meifrèn remitirá sus obras a numerosas muestras oficiales y certámenes, entre ellos las Exposiciones Nacionales de Madrid y Barcelona, y fue galardonado con tercera medalla en las Universales de París de 1889 y 1899, medalla de plata en la Universal de Bruselas de 1910, gran premio en la Universal de Buenos Aires de ese mismo año, medalla de honor en la Internacional de San Francisco de 1915 y gran premio en la de San Diego del año siguiente. También obtuvo el Premio Nonell de Barcelona en 1935. En 1952, el Ayuntamiento de Barcelona le dedicó una muestra retrospectiva, celebrada en el Palacio de la Virreina. Sus paisajes iniciales, caracterizados por un concepto académico y romántico, evolucionarán más tarde hacia un lenguaje impresionista; abandonado el preciosismo romano, la suya será una técnica de pincelada suelta y paleta clara, en la que la concepción lumínica se acerca a presupuestos de raíz simbolista, dentro de la órbita de Modesto Urgell.

Actualmente está representado en el Museo del Prado, el Nacional de Arte de Cataluña, el MACBA de Barcelona y el Thyssen-Bornemisza, entre muchos otros.
 

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Francesc Gimeno Arasa (Tortosa, Tarragona, 1858 – Barcelona, 1927). “Paisaje de montaña”.

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Francesc GimenoLote en subasta:

GIMENO I ARASA, Francesc (Tortosa, Tarragona, 1858 – Barcelona, 1927).
“Paisaje de montaña”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
51,5 x 68 cm; 84,5 x 106 cm (marco).

 
 

En esta obra Francesc Gimeno nos ofrece un impresionante paisaje natural, solitario y en calma, dominado por una atmósfera silenciosa y llena de luz, derivada de un detenido estudio del natural y de un sabio uso del color. De hecho, mediante el contraste tonal el pintor logra evocar la fresca sombra de los primeros planos, acogedora ante la soleada montaña que cierra el espacio en el segundo plano, su cumbre recortada contra un cielo blanco y luminoso.
Pintor y dibujante, Francesc Gimeno inicia su formación en Tortosa a los catorce años. En 1880 se instala en Barcelona y trabaja como pintor decorador. En este momento, ante el triunfo indiscutible de la pintura modernista, Gimeno no sólo se mantiene alejado del ambiente artístico catalán, sino que insiste en seguir la huella de los pintores del Siglo de Oro. Así, cuando el destino habitual de los pintores solía ser París, él viaja a Madrid en 1884. Allí trabaja con Carlos de Haes, maestro del paisajismo realista, y se dedica a estudiar las obras del Museo del Prado, especialmente las de Velázquez. A su regreso a Barcelona, en 1889, rechaza los contratos que se le ofrecen, y se dedica de nuevo a la pintura decorativa.

Gimeno se mantuvo casi siempre al margen del mundo comercial del arte. Durante la mayor parte de su vida, apartado de los círculos oficiales, pintaba lo que le era más cercano, su familia y él mismo, sin descuidar nunca el paisaje. Participó en algunas exposiciones, consiguiendo premios como los diplomas honoríficos en la de Barcelona de 1894 y la Nacional de Madrid de 1904, pero sus obras eran frecuentemente rechazadas por los jurados. Los críticos y el público, acostumbrados a otro tipo de pintura, también repudiaban su realismo expresivo, el tema proletario y su pincelada fuerte y gruesa. Desengañado, acentuó su marginación respecto al mundo del arte y de la sociedad en general, y aquel joven abierto, apasionado y lleno de ilusión se transformó en un hombre cerrado, desaliñado y automarginado. A pesar de todo, Gimeno también tuvo un pequeño círculo de admiradores. El crítico Romà Jori, el pintor Ignasi Mallol y el galerista Josep Dalmau organizaron la primera exposición individual del pintor en 1915. La exposición tuvo éxito de crítica y por primera vez su tarea artística fue reconocida.

Este hecho marcó el inicio de la última etapa del artista; aparecieron algunos mecenazgos que liberaron a Gimeno del trabajo de pintor decorador y, a partir de entonces, realizó diversas campañas paisajísticas. El reconocimiento a la obra de Gimeno fue creciendo en los últimos años de su vida hasta culminar en el homenaje que, en la Navidad de 1925, se le dedicó en la Sala Parés. El MACBA le dedicó una exposición en 1978, y en 2006 el Museo Nacional de Arte de Cataluña celebró la primera exposición de carácter verdaderamente antológico dedicada a su obra. Gimeno está representado en el Museo del Prado, el MACBA de Barcelona, el de Montserrat, el Nacional de Arte de Cataluña, la Fundación Francisco Godía y la colección J. Sala, así como en diversas colecciones particulares de importancia. Las escenas que pintó Gimeno representan la realidad cruda, sin concesiones estéticas, y revelan a un pintor y dibujante extraordinario. Su obra, de un realismo directo y transgresor, destacó ante todo por su expresividad, que domina sobre el resto de valores plásticos. Gimeno se consideró siempre como un obrero, nunca escondió su condición de trabajador, y ni su figura ni su obra encajaban dentro de los ambientes burgueses y los círculos artísticos de la época.

 

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Joaquim Mir Trinxet (Barcelona, 1873 – 1940). “Alrededores de Olot”.

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Joaquim Mir

Lote en subasta:

MIR TRINXET, Joaquín (Barcelona, 1873 – 1940).
“Alrededores de Olot”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
Adjunta certificado de D. Marçal Barrachina.
Medidas: 63 x 83 cm; 75 x 95 cm (marco).

 

Joaquín Mir estudió en la Escuela de Bellas Artes de Sant Jordi de Barcelona y en el taller del pintor Luis Graner. Su estilo recibió también la influencia de la Escuela de Olot, ciudad de origen de su padre. En 1893 forma la “Colla del Safrà” junto con artistas como Isidro Nonell, Ricard Canals o Ramón Pichot, y en los últimos años del siglo se relaciona con el ambiente artístico de “Els Quatre Gats”. Completó su formación en 1895, año en que pasó una temporada en Madrid copiando obras de Velázquez. En estos años concurrió a las Exposiciones de Bellas Artes de Barcelona, en sus ediciones de 1894, 1896 y 1898. Ganador de una segunda medalla en la Exposición de Madrid de 1899, ese mismo año se traslada a la capital con el objetivo de opositar a la beca en Roma. Al no conseguirla, marcha con Santiago Rusiñol a Mallorca, en un viaje que supondrá un definitivo punto de inflexión en su carrera. Mir queda deslumbrado por el paisaje mallorquín, en concreto por el de Sa Calobra, que supuso para él una inagotable fuente de inspiración. En 1901 expone individualmente en la sala Parés de Barcelona el fruto de esta primera etapa mallorquina, y obtiene de nuevo segunda medalla en la Exposición Nacional.

Tras un periodo de enfermedad que le obliga a trasladarse a Reus, obtiene en 1907 la primera medalla en la Exposición Internacional de Bellas Artes de Barcelona. Ya consolidado como figura destacada del panorama catalán, adquiere el definitivo reconocimiento a nivel nacional en 1917, cuando se le concede el Premio Nacional de Bellas Artes. Cuatro años después se casa y se instala definitivamente en Vilanova i la Geltrú. Sus éxitos se suceden, y en 1929 obtiene primera medalla en la Exposición Internacional de Barcelona. Al año siguiente gana la medalla de honor de la Exposición Nacional de Madrid, premio que perseguía desde 1922. Si bien fue un pintor principalmente autóctono, realizó muestras personales y colectivas en Washington, París, Pittsburg, Nueva York, Filadelfia, Ámsterdam, Buenos Aires y Venecia. Mir es hoy considerado como el más destacado representante del paisajismo postimpresionista español. Se conserva obra suya en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, el Museo del Prado, el Museo Thyssen-Bornemisza y el Museo Reina Sofía de Madrid, entre muchos otros.

En esta obra perteneciente a la primera etapa del artista, el paisaje se construye a base de manchas sueltas de color, pinceladas ligeras de formato y textura diferente: amplias y lisas para el último término y el celaje, pequeñas y cargadas de materia, casi puntillistas, para los árboles o las ocas.
 

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Eliseo Meifrèn Roig (Barcelona, 1857 – 1940). “Paisaje”.

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MEIFRÈN ROIG

Lote en subasta:

MEIFRÈN ROIG, Eliseo (Barcelona, 1857 – 1940).
“Paisaje”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
80 x 100 cm; 106,5 x 125,5 cm (marco).

 

Eliseo Meifrèn refleja en esta obra la madurez de su estilo impresionista, con un paisaje de tratamiento puramente cromático y lumínico, que deja a un lado la descripción minuciosa del modelo real para plasmar una impresión de la naturaleza, una imagen puramente visual y netamente plástica, en la que la pincelada suelta, empastada y precisa configura formas y espacios a base de la yuxtaposición de colores. Así, las formas se desdibujan y devienen pura mancha expresiva; la luz, trabajada y pensada, adquiere un renovado protagonismo, y la naturaleza cobra una nueva dimensión atmosférica, que va más allá de la pura reproducción de la realidad.

La composición es clara, ordenada y amplia, con un gran espacio abierto en el primer plano que multiplica la luz y aleja de nosotros la ciudad, de modo que nuestro ojo capte en plenitud el juego de colores, luces y sombras, evitando que la mirada se detenga en el detalle para apreciar el conjunto al completo. Pese al vacío de elementos de estos primeros planos, el espacio aparece perfectamente construido tridimensionalmente gracias al conocimiento cromático de Meifrèn; aunque dominan las zonas de luz, el juego de yuxtaposición de colores complementarios, evitando los negros al modo impresionista, construye eficazmente el espacio sin necesidad de complejos trazados en perspectiva. Más allá vemos algunas figuras, perfectamente integradas en el paisaje, un elemento más de la escena, que parecen reflejar el pausado movimiento de las nubes que surcan el cielo. De hecho, existe un claro diálogo cromático y compositivo entre los planos de cierra y de cielo, con una acusada horizontalidad y una conseguida armonía de tonos fríos y cálidos.

Pintor de paisajes y marinas, Eliseo Meifrèn es considerado uno de los primeros introductores del movimiento impresionista en Cataluña. Comenzó su formación artística en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, donde fue discípulo de Antonio Caba y Ramón Martí Alsina, con quienes comenzó a realizar paisajes románticos de factura académica. Tras finalizar sus estudios, en 1878, se traslada a París a fin de ampliar sus conocimientos artísticos, y allí pudo conocer de primera mano la pintura a “plen air”, que le influiría poderosamente en sus paisajes parisinos de esos años. Asimismo, en París coincide con el inicio público del impresionismo. Un año más tarde realiza un viaje a Italia, en el curso del cual visitó Nápoles, Florencia, Venecia y Roma; allí tomó contacto con el círculo de artistas catalanes formado por Ramón Tusquets, Arcadio Mas i Fondevila, Enrique Serra, Antonio Fabrés y Joan Llimona, entre otros. Ese mismo año de 1879 participa en la Exposición Regional de Valencia, y obtiene medalla de oro.

Ya de regreso en Barcelona, en 1880 debuta individualmente en la Sala Parés de Barcelona, donde seguirá exponiendo con regularidad desde entonces. Por estos años formará parte del grupo de los modernistas, y frecuentará Els Quatre Gats. En 1883 regresa a París, donde realiza numerosos dibujos y acuarelas con vistas de la ciudad y de sus cafés, que le valieron una calurosa acogida por parte de la crítica y el público franceses. A finales de los ochenta regresa de nuevo a Barcelona y continúa mostrando su obra en la Sala Parés, además de hacerlo en el Centro de Acuarelistas. Asimismo, en 1888 formará parte del jurado de la Exposición Universal celebrada en la ciudad condal. En 1890 regresa por tercera vez a la capital gala, donde participó en el Salón de Bellas Artes y en el de los Independientes de 1892, junto con Ramón Casas y Santiago Rusiñol, artistas con los que había formado el grupo pictórico de Sitges un año antes.

En los años siguientes Meifrèn remitirá sus obras a numerosas muestras oficiales y certámenes, entre ellos las Exposiciones Nacionales de Madrid y Barcelona, y fue galardonado con tercera medalla en las Universales de París de 1889 y 1899, medalla de plata en la Universal de Bruselas de 1910, gran premio en la Universal de Buenos Aires de ese mismo año, medalla de honor en la Internacional de San Francisco de 1915 y gran premio en la de San Diego del año siguiente. También obtuvo el Premio Nonell de Barcelona en 1935. En 1952, el Ayuntamiento de Barcelona le dedicó una muestra retrospectiva, celebrada en el Palacio de la Virreina. Sus paisajes iniciales, caracterizados por un concepto académico y romántico, evolucionarán más tarde hacia un lenguaje impresionista; abandonado el preciosismo romano, la suya será una técnica de pincelada suelta y paleta clara, en la que la concepción lumínica se acerca a presupuestos de raíz simbolista, dentro de la órbita de Modesto Urgell. Actualmente está representado en el Museo del Prado, el Nacional de Arte de Cataluña, el MACBA de Barcelona y el Thyssen-Bornemisza, entre muchos otros.
 

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Eliseo Meifrèn Roig (Barcelona, 1857 – 1940). “Reflejos en el agua”.

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MEIFRÈN ROIG Reflejos en el aguaLote en subasta:

MEIFRÈN ROIG, Eliseo (Barcelona, 1857 – 1940).
“Reflejos en el agua”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
120 x 80 cm; 144,5 x 105 cm (marco).

 

La pintura de Meifrèn, que demuestra su gran destreza técnica, representa a la perfección el espíritu “Fin de Siècle”. Su estilo se mantiene receptivo a diferentes estéticas, desde el impresionismo al simbolismo, y es ante todo fruto de su tiempo. El pintor fue capaz de plasmar mediante su género preferido, el paisaje, el carácter eterno de la naturaleza, frente a una época de constantes cambios políticos y sociales. En este lienzo, Meifrèn plasma la delicadeza de un paisaje fluvial desierto, silencioso y poético, inundado por los tonos fríos, azules y plateados, de cualidad nacarada, de un día húmedo y fresco. El espacio en sí, de hecho, prácticamente desaparece bajo el juego de reflejos, de ecos cromáticos, de brillos evanescentes y de densas sombras.

Pintor de paisajes y marinas, Eliseo Meifrèn es considerado uno de los primeros introductores del movimiento impresionista en Cataluña. Comenzó su formación artística en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, donde fue discípulo de Antonio Caba y Ramón Martí Alsina, con quienes comenzó a realizar paisajes románticos de factura académica. Tras finalizar sus estudios, en 1878, se traslada a París a fin de ampliar sus conocimientos artísticos, y allí pudo conocer de primera mano la pintura a “plen air”, que le influiría poderosamente en sus paisajes parisinos de esos años. Asimismo, en París coincide con el inicio público del impresionismo. Un año más tarde realiza un viaje a Italia, en el curso del cual visitó Nápoles, Florencia, Venecia y Roma; allí tomó contacto con el círculo de artistas catalanes formado por Ramón Tusquets, Arcadio Mas i Fondevila, Enrique Serra, Antonio Fabrés y Joan Llimona, entre otros. Ese mismo año de 1879 participa en la Exposición Regional de Valencia, y obtiene medalla de oro. Ya de regreso en Barcelona, en 1880 debuta individualmente en la Sala Parés de Barcelona, donde seguirá exponiendo con regularidad desde entonces. Por estos años formará parte del grupo de los modernistas, y frecuentará Els Quatre Gats. En 1883 regresa a París, donde realiza numerosos dibujos y acuarelas con vistas de la ciudad y de sus cafés, que le valieron una calurosa acogida por parte de la crítica y el público franceses.

A finales de los ochenta regresa de nuevo a Barcelona y continúa mostrando su obra en la Sala Parés, además de hacerlo en el Centro de Acuarelistas. Asimismo, en 1888 formará parte del jurado de la Exposición Universal celebrada en la ciudad condal. En 1890 regresa por tercera vez a la capital gala, donde participó en el Salón de Bellas Artes y en el de los Independientes de 1892, junto con Ramón Casas y Santiago Rusiñol, artistas con los que había formado el grupo pictórico de Sitges un año antes. En los años siguientes Meifrèn remitirá sus obras a numerosas muestras oficiales y certámenes, entre ellos las Exposiciones Nacionales de Madrid y Barcelona, y fue galardonado con tercera medalla en las Universales de París de 1889 y 1899, medalla de plata en la Universal de Bruselas de 1910, gran premio en la Universal de Buenos Aires de ese mismo año, medalla de honor en la Internacional de San Francisco de 1915 y gran premio en la de San Diego del año siguiente. También obtuvo el Premio Nonell de Barcelona en 1935. En 1952, el Ayuntamiento de Barcelona le dedicó una muestra retrospectiva, celebrada en el Palacio de la Virreina.

Sus paisajes iniciales, caracterizados por un concepto académico y romántico, evolucionarán más tarde hacia un lenguaje impresionista; abandonado el preciosismo romano, la suya será una técnica de pincelada suelta y paleta clara, en la que la concepción lumínica se acerca a presupuestos de raíz simbolista, dentro de la órbita de Modesto Urgell. Actualmente está representado en el Museo del Prado, el Nacional de Arte de Cataluña, el MACBA de Barcelona y el Thyssen-Bornemisza, entre muchos otros.
 

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Joaquín Mir Trinxet (Barcelona, 1873 – 1940). “Camino de montaña”.

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JOAQUIM MIR TRINXETLote en subasta:

MIR TRINXET, Joaquín (Barcelona, 1873 – 1940).
“Camino de montaña”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
58 x 68 cm; 77 x 88 cm (marco).

 
Joaquín Mir estudió en la Escuela de Bellas Artes de San Jordi de Barcelona y en el taller del pintor Luis Graner. Su estilo recibió también la influencia de la Escuela de Olot, ciudad de origen de su padre. Pronto se sintió incómodo con la enseñanza oficial, anclada en una concepción de la pintura realista, por lo que en 1893 fundó junto con otros compañeros (Nonell, Canals, Pichot, Vallmitjana y Gual) la “Colla del Safrà”, para indagar en común en las iniciativas pictóricas de fin de siglo. El nombre les venía de los tonos azafranados y ocres que utilizaban en sus cuadros, con los que pretendían captar la luminosidad mediterránea y rechazar la frialdad de los grises y azules de los impresionistas franceses. No obstante, imitaron a los impresionistas en su gusto por la pintura al aire libre, captando allí los ambientes y tipos que veían. En 1896 llegaron a participar como colectivo en la III Exposición de Bellas Artes e Industrias Artísticas, a la que Mir presentó dos obras que nos dan una clara idea de los ideales del grupo: “La huerta del rector” y “El vendedor de naranjas”.

Asimismo, desde 1897 frecuentaba el ambiente artístico de “Els Quatre Gats”, donde se daban cita todos los artistas conocedores de las vanguardias europeas, lo que le sirvió para madurar en el estudio compositivo de paisajes con figuras en distintos planos de profundidad. De esta época son “Laderas de Montjuic” (1897) y “La catedral de los pobres” (1898), las dos obras maestras de su etapa juvenil. En estos años concurrió a las Exposiciones de Bellas Artes de Barcelona, en sus ediciones de 1894, 1896 y 1898. Ganador de una segunda medalla en la Exposición de Madrid de 1899, ese mismo año se traslada a la capital con el objetivo de opositar a la beca en Roma. Al no conseguirla, marcha con Santiago Rusiñol a Mallorca, en un viaje que supondrá un definitivo punto de inflexión en su carrera. Mir queda deslumbrado por el paisaje mallorquín, en concreto por el de Sa Calobra, que supuso para él una inagotable fuente de inspiración. El artista desplegará desde entonces toda una combinación de colores imposibles, fruto de su interpretación personal de la majestuosa naturaleza de la isla. Las pinceladas se alargaron y se convirtieron en manchas que casi hacían desaparecer los objetos y los referentes espaciales. En 1901 expone individualmente en la sala Parés de Barcelona el fruto de esta primera etapa mallorquina, y obtiene de nuevo segunda medalla en la Exposición Nacional.

Tras un periodo de enfermedad que le obliga a trasladarse a Reus, obtiene en 1907 la primera medalla en la Exposición Internacional de Bellas Artes de Barcelona. Desde entonces, instalado en Camp de Tarragona, no se moverá del género del paisaje, pero ahora serán los pueblos de los alrededores los protagonistas de su pintura. Pintará las casas, las iglesias, los huertos, la gente, los almendros floridos, los corrales… Temas intrascendentes que cada vez se ajustan más a la realidad de la naturaleza, puesto que ya sólo querían reflejar su amor por su tierra y su búsqueda constante de los cambios de luz. Su estilo ya no será tan expresivo como el de Mallorca, aunque sí perdura el uso atrevido del color y de la mancha.

Ya consolidado como figura destacada del panorama catalán, adquiere el definitivo reconocimiento a nivel nacional en 1917, cuando se le concede el Premio Nacional de Bellas Artes. Cuatro años después se casa y se instala definitivamente en Vilanova i la Geltrú. Sus éxitos se suceden, y en 1929 obtiene primera medalla en la Exposición Internacional de Barcelona. Al año siguiente gana la medalla de honor de la Exposición Nacional de Madrid, premio que perseguía desde 1922. Si bien fue un pintor principalmente autóctono, realizó muestras personales y colectivas en Washington, París, Pittsburg, Nueva York, Filadelfia, Ámsterdam, Buenos Aires y Venecia. Mir es hoy considerado como el más destacado representante del paisajismo postimpresionista español. Se conserva obra suya en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, el Museo del Prado, el Museo Thyssen-Bornemisza y el Museo Reina Sofía de Madrid, entre muchos otros.

 

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Santiago Rusiñol Prats (Barcelona, 1861 – Aranjuez, Madrid, 1931). “Jardí de Can Puig”.

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Santiago RUSIÑOL PRATSLote en subasta:

RUSIÑOL I PRATS, Santiago (Barcelona, 1861 – Aranjuez, Madrid, 1931).
“Jardí de Can Puig”, Girona.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho. Con etiqueta al dorso de la Exposición Nacional de Bellas Artes del Real Círculo Artístico de 1930.
110 x 100 cm; 133,5 x 124 cm (marco).

 

En este lienzo podemos ver uno de los hermosos y poéticos jardines de Santiago Rusiñol, rincones románticos y evocadores en los que el maestro catalán reflejó su propio temperamento sensible, logrando trasladar al lienzo la atmósfera única de estos lugares secretos, reales pero a la vez metáfora de un estado del alma.

Pintor, escritor y dramaturgo en lengua catalana, Rusiñol fue uno de los principales ideólogos del movimiento modernista catalán. Se formó como discípulo de Tomás Moragas y frecuentó el Centro de Acuarelistas, del cual fue uno de los fundadores. Debutó en 1884 en la Sala Parés de Barcelona, junto a sus amigos Ramon Casas y Enric Clarasó. Por esos años realizó con Casas un viaje en carro por Cataluña, tomando apuntes de tipos y paisajes. El año de 1888 marca un punto de inflexión en su carrera, dado que comienza con tres actividades nuevas: publica unos escritos en “La Vanguardia”, participa en el Salón de París y celebra su primera exposición individual en la Sala Parés.

Al año siguiente, 1889, Rusiñol se instala en París, en el barrio de Montmartre, con Utrillo, Clarasó y Canudas. Asiste a la academia del pintor Henri Gervex, y completa su formación con Puvis de Chavannes y Carrière. Desaparece entonces el ruralismo que había adoptado en Barcelona, y su estilo evoluciona hacia el naturalismo. También se acerca a los planteamientos temáticos, que no técnicos, de los impresionistas, así como a su voluntad de captar una instantánea fugaz. En 1890 establece relación con Sitges, donde pintará algunos de sus primeros patios y jardines, temática que definirá su estilo posterior. Ese mismo año celebra su primera exposición en la Sala Parés, junto a Casas y Clarasó.

En 1890 regresa a París con Casas y Utrillo. En este momento se centrará en representar los espacios de diversión de la zona, como el Moulin de la Galette, que protagonizará muchos de sus cuadros. No obstante, en 1893 deja su estudio de Montmartre y se traslada a la isla de San Luis, donde se centra en el estudio psicológico de la figura, sobre todo femenina, reflejando la tristeza, la melancolía y la soledad típicamente finiseculares. Al año siguiente viaja a Italia junto a Zuloaga, visitando Pisa, Florencia y otras localidades, lo que le permite conocer de cerca a los primitivos. A su regreso expone las pinturas realizadas en este viaje en la que será su primera muestra personal en la Sala Parés. Ese mismo año inaugura el Cau Ferrat en Sitges, germen del actual museo.

En 1895 realiza su primer viaje a Granada, y comienza la serie “Jardines de España”. En 1897 realizará algunas de sus mejores pinturas de jardines, interés que también aparece en su obra literaria “El jardín abandonado”, donde cultiva un decadentismo de carácter simbolista. El jardín elegante se convierte en protagonista, símbolo de la poesía; el jardín abandonado esconde un pasado de esplendor perdido. Rusiñol entonces viaja, buscando jardines que le seduzcan, y los pinta interiorizándolos, mostrando su personal concepción de la belleza, de la vida y la muerte, del arte y de la realidad, de la soledad y del paso del tiempo.

Por esta época, expondrá en París en el Salón de los Independientes, en la Exposición Nacional y en la galería de Samuel Bing, principal impulsor del Art Nouveau en Francia. Esta última muestra, de carácter individual y celebrada en 1899, supuso el reconocimiento internacional de Rusiñol, cuyo éxito radicó en una nueva visión de España, totalmente alejada de tópicos y cargada de veracidad. Desde entonces su actividad se multiplica como pintor, novelista y comediógrafo, estrena destacadas obras en Madrid y Barcelona y celebra exposiciones anuales de pintura en la Sala Parés, siempre con Casas y Clarasó. En 1908 recibió la medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes. Está representado en el Museo del Prado, el Nacional de Arte de Cataluña, el Camón Aznar de Zaragoza y el Thyssen-Bornemisza, entre otros.
 

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Joaquín Torres García (Montevideo, Uruguay, 1874 – 1949). “Bruxelles”.

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Joaquín TORRES GARCÍALote en subasta:

TORRES GARCÍA, Joaquín (Montevideo, Uruguay, 1874 – 1949).
“Bruxelles”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado, titulado y dedicado en la zona inferior.
27 x 35 cm; 41 x 48,5 cm (marco).

 

Como indican las etiquetas visibles al dorso, esta obra ha formado parte de las siguientes exposiciones:
- “Torres García”, Museo Español de Arte Contemporáneo, Madrid, Dirección General de Bellas Artes, Ministerio de Educación y Ciencia, 1973.
- “J. Torres García”, galería Dau al Set, Barcelona, 1986.
- “Torres García”, Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo, 1988, organizada por la Generalitat de Catalunya.
Puede adjuntarse certificado de autenticidad emitido por Marçal Barrachina, a petición y cargo del comprador.

 

Tras iniciar su formación de modo autodidacta, en 1890 Torres García decide emigrar a fin de formarse como pintor. Así pues, viaja a Europa con su familia al año siguiente, con diecisiete años. En 1892 se instala en Barcelona, e ingresa en la Escuela de Bellas Artes. Allí entra en contacto con el impresionismo francés, principal influencia en aquel momento para él y otros famosos alumnos, como Mir, Sunyer, Canals y Nonell. Simultaneó esta escuela, con clases en la Academia Baixas, la más reputada entonces. Desde 1894 participa en las Exposiciones Generales de Bellas Artes, en la sección extranjera. Durante esta década publicó varios dibujos en periódicos y revistas como “La Vanguardia”, “Iris”, “Barcelona Cómica” o “La Saeta”. En 1901 empieza a pintar al fresco, atraído por el espíritu atemporal de las obras antiguas realizadas en esta técnica, y entra en una dinámica de trabajo en grupo en la que colaboraban pintores, músicos, escultores y poetas. Años más tarde viajará a Italia para perfeccionar su conocimiento de esta disciplina.

Trabajó también en decoración, ámbito en el que destaca su colaboración con Antoni Gaudí en la catedral de Palma de Mallorca. Hacia 1910 empieza a introducir en su obra elementos formales propios de Cataluña, imbuido del espíritu de reivindicación de la identidad catalana propio del momento. Se relacionan con este nuevo enfoque varios encargos oficiales, entre los que destacó, como punto de inflexión en su carrera, la decoración mural del Salón de Sant Jordi de la sede de la Diputación Provincial de Barcelona. En 1920 se traslada a Nueva York, y entra en contacto con artistas de la talla de Max Weber, Man Ray o Marcel Duchamp. Al poco tiempo regresa a Europa y se instala en París, donde frecuentó las reuniones del grupo liderado por Mondrian, acercándose así a la abstracción y el constructivismo.

En 1934 decide volver finalmente a Montevideo, donde se le recibe como miembro de la élite artística europea. Allí crea la Sociedad de las Artes del Uruguay, cuyo objetivo era integrar todas las artes y actuar como nexo de unión entre los artistas y el público. Entra en contacto con el arte precolombino e indígena uruguayo, y esta estética, nueva para él, influirá de forma crucial en su pensamiento. Reivindicó que los artistas no necesitaban renunciar a ser latinoamericanos por pretender ser contemporáneos al uso, y aportó una nueva dimensión a la construcción del lenguaje americano moderno. Además, desde este momento la simbología cultural propia de su tierra cobra una importancia determinante en su obra. Se conserva obra suya en el museo Thyssen-Bornemisza, los museos de Arte Moderno de Nueva York, San Francisco y Lille, el Museo Nacional Reina Sofía, el Museo Nacional de Arte de Cataluña, el Museo Torres García de Montevideo, los museos de Bellas Artes de Houston, Filadelfia y Santa Bárbara, el Museo Nacional de Bellas Artes de São Paulo, los museos Hirshhorn y de Arte de las Américas de Washington DC, la Albright-Knox Gallery de Buffalo y el Los Angeles County Museum, entre otros.

 

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Thomas Jones Barker (Reino Unido, 1815 – 1882). “El matrimonio de la novia de Lammermoor”.

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JONES BARKER

JONES BARKER, Thomas (Reino Unido, 1815 – 1882).
“El matrimonio de la novia de Lammermoor”, Londres, 1862.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en la zona inferior derecha. Firmado, fechado y localizado al dorso.
Con marco de época.
121 x 190 cm; 145 x 222 cm (marco).

 

Esta obra puede ser considerada como una de las mejores obras de Thomas Jones Barker de su género, tanto por su gran calidad y gran formato como por su compleja composición, con numerosos personajes, la maestría en todos los aspectos (paisaje, calidad de las telas, etc.) y, especialmente, por el trabajo de los personajes, cercano al retrato. Sobre la autoría no existen dudas: el estilo coincide con el de Jones Barker, así como el tema (una escena de género histórica), y además la obra aparece firmada “T.J. Barker pinxit” y, al dorso, “Thomas Jones Barker pinxit, London 1862”. Por otro lado, el dorso de la obra presenta además varios detalles que corroboran su autenticidad. En primer lugar, los sellos de la casa encargada de realizar el bastidor y el lienzo, que se corresponde con los utilizados por el autor (C. Davy Artists, 83 Newman st.). La fecha de la obra, 1862, se corresponde con el periodo en el que esta firma estuvo localizada en la calle Newman de Oxford (1843-1862). En la parte inferior del marco observamos una leyenda que pertenece al taller de enmarcación, J.M. Hill, activa a mediados del siglo XIX. También aparecen otras etiquetas y leyendas, todas correspondientes a la época. Finalmente cabe señalar que esta obra fue vendida en Christie’s Londres en 1983, identificada como obra de Jones Barker sin dudas.

“La novia de Lammermoor” es una novela histórica de Sir Walter Scott, publicada en 1819. Narra la trágica historia de amor entre Lucy Ashton y Edgar Ravenswood, y el autor indica que se basa en hechos históricos reales, acaecidos en el siglo XVII.

Hijo del pintor Thomas Barker, Thomas Jones inició su formación junto a su padre, y a partir de 1835 la continuó en París con Horace Vernet, con quien permaneció muchos años. Durante estos años en Francia, Jones Barker expuso con frecuencia sus obras en el Salón de París, siendo galardonado con tres medallas de oro. Asimismo, pintó varios cuadros para Luis Felipe de Francia, destacando entre ellos el titulado “La muerte de Luis XIV”. Para la princesa María, hija de Luis Felipe, Jones Barker pintó en 1840 “La novia de la muerte”, por la que recibió la Cruz de la Legión de Honor. El pintor regresó a Inglaterra en torno a 1845, y pronto comienza a exponer sus obras en la Royal Academy de Londres, principalmente retratos. También envió a esta institución una obra inspirada por un poema de Sir Walter Scott, “El trobador” (1849). Según avancen los años Jones Barker continuará mostrando asiduamente sus obras en la Royal Academy, de diversa temática según evolucione en su carrera (obras bélicas, históricas, retratos…). Siguiendo probablemente la influencia de Vernet, en sus primeras obras Jones Barker abordó principalmente temas de las guerras napoleónicas. Hacia el final de su vida retomará los temas bélicos con gran éxito de crítica y público, plasmando temas de las guerras franco-prusiana y de Crimea. Actualmente está representado en la National Portrait Gallery de Londres, el National Army Museum, el National Museum of Wales, la National Gallery of Ireland, la Southampton Art Gallery y el Maidstone Museum, entre otras colecciones públicas y privadas.

 

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Escuela china del siglo XIX. “Vapor, mercante y junco chino frente a Cantón”.

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Escuela China

Escuela china del segundo tercio del siglo XIX. ”Vapor, mercante y junco chino frente a Cantón”.
Óleo sobre lienzo.
23 x 56 cm; 35 x 69 cm (marco).

 

El interés por los productos artísticos y de lujo producidos en Oriente se despertó muy pronto en Occidente. La famosa Ruta de la Seda, una compleja red de conexiones comerciales a través de las que circulaban todo tipo de productos, además de los codiciados tejidos de seda, se originó en la primera centuria antes de Cristo y se mantuvo vigente a lo largo de toda la edad media. Ya en la edad moderna, portugueses, ingleses, españoles y holandeses buscaron nuevas rutas e importaron nuevos productos que reforzaron la fascinación de Occidente por el extremo Oriente. Entre los mayores impulsores del comercio con China se encontraba la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales, con sede en numerosos emplazamientos asiáticos, y especialmente en Cantón. Desde Cantón viajaron en los barcos holandeses una gran variedad de productos realizados en China pero, en muchas ocasiones, adaptados al gusto de los compradores occidentales a los que iban destinados, como es el caso del conjunto de pinturas que ahora presentamos.

La pintura china nació ligada a la caligrafía y por ello tradicionalmente se realizaba con tinta, acuarela o gouache sobre papel de arroz o seda. De entre todos los géneros practicados por los pintores chinos el paisaje fue muy apreciado, y a menudo entendido como la plasmación de una reflexión profunda o una emoción del artista ante la naturaleza y el mundo. En el siglo XIX, el intenso contacto con Occidente propiciará la creación de nuevos subgéneros dentro del paisajismo chino. Los artistas empezarán a trabajar con óleo sobre lienzo, una de las técnicas más valoradas en Europa desde su perfeccionamiento en el siglo XV, y se producirán para la exportación detalladas panorámicas costeras que serán enormemente apreciadas en Occidente. Estas vistas, como las que presentamos, poseen una gran precisión topográfica, de manera que pueden reconocerse los diversos puertos comerciales a los que arribaban los barcos occidentales. En ocasiones incluso es posible identificar los almacenes de diversas naciones, así como sus barcos, gracias a la representación de sus banderas. En estas pinturas se conjuga, pues, el exotismo de los paisajes lejanos y las embarcaciones chinas, los juncos, con la representación de lo que era conocido y apreciado por los compradores occidentales.
 

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Juan Pablo Salinas Teruel (Madrid, 1871 – Roma, 1946). “Velada con el cardenal”.

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SALINAS TERUELLote en subasta:

SALINAS TERUEL, Juan Pablo (Madrid, 1871 – Roma, 1946).
“Velada con el cardenal”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 32 x 42 cm; 49 x 58 cm (marco).

 

Juan Pablo Salinas inició su formación artística en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, y en 1885 participó en la exposición de la Asociación de Escritores y Artistas y en la Exposición Aragonesa, siendo galardonado en ambas con medalla de tercera clase. En torno a 1886 se trasladó a Roma para ampliar sus estudios gracias a una beca concedida por la Diputación Provincial de Zaragoza. Allí acudirá al Círculo Internacional de Bellas Artes, así como a las clases nocturnas de la Academia Chigi. Se integrará además en la colonia artística española residente en la ciudad, y trabajó junto a su hermano, el también pintor Agustín Salinas, quien llevaba instalado en Roma desde 1883. Ambos hermanos remitieron obras a la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid de 1887; Juan Pablo envió “Marco Antonio y Cleopatra”, tema de la historia clásica.

A semejanza de su hermano, su auténtico maestro, Salinas recreó también temas medievales de notable influencia toscana. Su trayectoria se mantuvo muy ligada a la de su hermano hasta que conoció, en un viaje a París, la obra de Ernest Meissonier, cuya influencia le llevó centrarse en el género de casacones, con el que alcanzó un gran éxito de ventas tanto en Francia como Italia, Europa central, Rusia y América. Por estos años expone en los Salones Roger e inicia sus famosas composiciones de ambiente dieciochesco, en los que aparecen personajes ataviados a la moda de la época en el marco de lujosos interiores, minuciosamente detallados a través de una técnica preciosista, que se recrea en la descripción colorista de ropas y encajes pero, sobre todo, en el magistral tratamiento de las carnaciones femeninas, deliberadamente sensuales. También en esta etapa Salinas realizará varias series para la decoración de grandes salones.

Además de estos temas, abordó escenas de carácter orientalista e interiores de iglesia. En la última etapa de su trayectoria se aprecia una disminución del detallismo, un carácter más suelto y menos descriptivo. Actualmente Juan Pablo Salinas está representado en el Museo del Prado (obra en depósito en el de Bellas Artes de Asturias, en Oviedo), la Colección Bellver de Sevilla y otras colecciones públicas y privadas.
 

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Cecilio Pla Gallardo (Valencia, 1860 – Madrid, 1934). “Autorretrato pintando”.

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Cecilio PLA GALLARDOLote en subasta:

PLA GALLARDO, Cecilio (Valencia, 1860 – Madrid, 1934).
“Autorretrato pintando”, 1903.
Óleo sobre lienzo.
Firmado, fechado y dedicado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 39 x 49 cm.

 

En esta obra la absoluta protagonista es la luz del día, la luz clara y vibrante que rodea al artista y le permite plasmar en el lienzo la vitalidad del paisaje, el brillo de sus colores y la riqueza de sus matices tonales. De hecho, Cecilio Pla se presenta a sí mismo plenamente inmerso en el entorno natural, en un paisaje construido a base de largas y fluidas pinceladas, sin dibujo de base ni descripción. Se trata de una vegetación exuberante que envuelve al pintor, quien aparece perfectamente concentrado en su trabajo, trazando pinceladas sobre un lienzo que queda oculto a nuestra vista. La figura destaca especialmente por la densidad de los tonos oscuros de su traje, equilibrados sin embargo en su tonalidad con el fondo de vegetación. Las ropas se han trabajado a base de pinceladas densas, muy empastadas, que permiten apreciar su recorrido, intuir la mano del artista trabajando con precisión y energía. También el rostro y el sombrero están trabajados con esta misma densidad. La mano, en cambio, queda desdibujada, borrosa en su movimiento, al igual que el fondo natural. Asimismo, el caballete parece perderse entre las ramas, al igual que la pequeña silla plegable.

Cecilio Pla inicia su formación en la Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, para luego continuar en la de San Fernando de Madrid, donde tuvo como maestro a Emilio Sala. En 1880 realiza un viaje de estudios a Roma, visitando Italia, Francia y Portugal. Desde allí comienza a enviar obras a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, siendo premiado con tercera medalla en 1884 por la obra de tema italiano “El Dante: círculo de los avaros”, y con segunda medalla en 1887 por el lienzo religioso titulado “Entierro de Santa Leocadia”. En 1892 obtuvo de nuevo una segunda medalla por el cuadro realista de intención social “Las doce (el almuerzo)”, e idéntico galardón en 1895 por una escena de desavenencia conyugal en un interior burgués, “Lazo de unión”. Pla siguió participando en las Exposiciones Nacionales durante toda su vida, obteniendo en 1910 consideración de primera medalla por el cuadro “Dos generaciones”, caracterizado por los distintos efectos de luz natural que fueron la verdadera especialidad de este artista.

Ese mismo año de 1910 sustituyó a su antiguo maestro Emilio Sala en la clase de estética del color y procedimientos pictóricos en la Academia de San Fernando, donde impartió clases a Juan Gris, Francisco Bores, Pancho Cossío y José María López Mezquita, entre otros. Es entonces cuando publica su “Cartilla de arte pictórico”. Pla también participó en certámenes internacionales, siendo premiado con medalla de honor en la Exposición Universal de París de 1900. En 1924 será nombrado académico de San Fernando. Alternó su actividad docente con la pintura, además de colaborar como ilustrador con publicaciones como “La Ilustración Española y Americana”, “Blanco y Negro” y “La Esfera”. También realizó carteles, como el del Carnaval del Círculo de Bellas Artes de 1892, y participó en decoraciones murales, entre las que cabe destacar el techo del hotel de la infanta Isabel de Borbón, el Casino de Madrid, el Círculo de Bellas Artes o el palacio de los duques de Denia.

Considerado el máximo exponente de la pintura modernista valenciana, no obstante abarcó diferentes tendencias, desde el academicismo y costumbrismo de sus inicios hasta el wagnerianismo y el luminismo de sus vistas costeras pintadas en Valencia. Actualmente, Cecilio Pla está representado en el Museo del Prado, el Museo Thyssen-Bornemisza, los de Bellas Artes de Valencia, Zaragoza, Santander y Bilbao, el Círculo de Bellas Artes de Madrid, el Ayuntamiento de Valencia y la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, entre otras colecciones tanto públicas como privadas, como la Colección UEE. En 1999, la Fundación Mapfre le dedicó una amplia retrospectiva.
 

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Ricardo Canals Llambí (Barcelona, 1876 – 1931). “El torero herido” y “Retrato de cantante”.

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CANALS LLAMBÍ

CANALS LLAMBÍ, Ricardo (Barcelona, 1876 – 1931).
“El torero herido” y “Retrato de cantante”.
Óleo sobre lienzo, pintado por ambas caras.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo y al dorso. Con etiqueta y sello en el bastidor de la Sala Parés de Barcelona.
Medidas: 50 x 61 cm; 69 x 80 cm (marco).
Esta obra fue exhibida en la exposición “Ricard Canals. 11 olis i 24 dibuixos”, celebrada en la Sala Parés de Barcelona en 1990.

 

En este lienzo Canals nos presenta una obra principal, una escena taurina en la que dominan los tonos azafranados propios de la “Colla del Safrà”, y un peculiar retrato al dorso, una figura femenina trabajada en un estilo de enorme expresividad, abocetado y rápido. Se trata de un retrato en el que poco importan los rasgos de la modelo; el protagonismo recae en el juego de colores y, sobre todo, de luces y sombras en el rostro, que dotan a la mujer de un cierto aspecto artificioso, a modo de instantánea de los personajes que poblaban la vida nocturna de la Barcelona de la época.

La obra principal, en cambio, se nos muestra perfectamente pensada y terminada, con una composición asimétrica que juega a distraer la atención del espectador en un primer momento, para luego guiarla irrevocablemente hacia el centro dramático de la escena, el torero herido que es sacado de la arena ante los asustados y atónitos rostros del público. Formalmente en esta obra se aprecia por qué Canals es considerado, junto a Pidelaserra, el pintor catalán que mejor asimiló la lección del impresionismo francés y, más concretamente, de la obra de Auguste Renoir. Por su temática, podría enmarcarse en las fechas en las que el maestro catalán trabajó para Durand-Ruel, a principios del siglo XX, dado que se centró entonces principalmente en temas típicamente españoles, como la tauromaquia. Respecto a la factura, Canals construye sus composiciones y figuras al carboncillo y luego las pinta, superponiendo finalmente el color al dibujo. De ahí el absoluto protagonismo del color a nivel formal, un cromatismo que crea una atmósfera determinada, deliberadamente buscada, que juega con las luces y las sombras, reforzando la construcción del espacio en profundidad. Como ya hemos indicado más arriba, dominan los colores azafranados, y también otros propios de la “Colla del Safrà” como los rojos y los naranjas. En definitiva, era una apuesta por un cromatismo contrario al azul y al gris modernista. Sin embargo, hay que decir que en “El torero herido” aparecen tonalidades grisáceas que sirven como contrapunto a los tonos más cálidos, aunque carecen del cariz lúgubre de los grises modernistas. Son más bien como los que pintaba Rusiñol en su época de Sitges, hacia 1890. Así, estéticamente Canals se posiciona con esta obra a contracorriente, en su apuesta por la luminosidad. Era por tanto crítico con la corriente modernista, que tan complaciente era con la clase burguesa.

Canals fue pintor, dibujante y grabador, miembro de la “Colla del Safrà” (Grupo del Azafrán, así denominado por su peculiar paleta cromática) junto con los pintores Nonell, Mir, Pichot y Vallmitjana. Inició sus estudios en la Escuela de La Lonja de Barcelona, pero los abandonó poco después para continuar pintando en la calle. Amigo de Isidre Nonell, en 1896 viajan juntos a Caldes de Boí, y al año siguiente se trasladan a París. En la capital francesa ambos expusieron en la galería Chez Dosbourg con gran éxito. Nonell vuelve a Barcelona y Canals se queda trabajando para el marchante Durand-Ruel, el marchante de los impresionistas, representante de artistas como Corot, Monet o Pissarro. Fue amigo personal de Picasso en esta época, quien retrató a su esposa. Destacó su participación en los salones franceses de 1897 y 1898, así como en la exposición celebrada en 1902 en la galería de Durand-Ruel de Nueva York. En 1907 regresa definitivamente a Barcelona, donde presidió la asociación Las Artes y los Artistas. Desde entonces realizará varios viajes por España, visitando Madrid, Sevilla y Granada. Sus obras tuvieron desde entonces un sabor netamente español, conjugado con su lenguaje de factura moderna. Precisamente será esa temática española la que le granjee en París sus mayores éxitos, aunque en sus últimos años evolucionó hacia una pintura más cercana al noucentisme. Se distinguió también como retratista. Su última obra importante, antes de su prematura desaparición, fue la decoración del techo de una de las salas del Ayuntamiento de Barcelona. En 1933, dos años después de su muerte, la sala Parés de Barcelona le dedicó una amplia exposición de homenaje. Gran parte de su obra se conserva en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, pero también está presente en las colecciones de la abadía de Montserrat, el museo Thyssen-Bornemisza o el museo Nacional de Bellas Artes de Chile.
 

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Francisco Pradilla Ortiz (Zaragoza, 1848 – Madrid, 1921). “Fiesta en el jardín”.

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PRADILLA ORTIZ

PRADILLA ORTIZ, Francisco (Villanueva de Gállego, Zaragoza, 1848 – Madrid, 1921).
“Fiesta en el jardín”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Puede adjuntarse certificado de autenticidad, a petición y cargo del comprador.
31 x 44 cm; 49 x 62 cm (marco).

 

La obra que aquí presentamos es un magnífico ejemplo de la etapa italiana de Pradilla, una escena galante de ambientación dieciochesca, con una compleja composición abierta en profundidad, llena de luz y dotada de una especial vibración gracias a la magistral pincelada del pintor, que refleja con acierto el movimiento de las ricas telas de los cortesanos, los reflejos de la luz en el agua y la densidad de las copas de los árboles.

Francisco Pradilla inicia su formación en la Escuela de Bellas Artes de San Luis de Zaragoza, para en 1868 continuar en la de San Fernando de Madrid, donde fue discípulo de Federico de Madrazo, Carlos de Haes, Carlos Luis de Ribera y Ponciano Ponzano. Completa su formación en estos años copiando obras de los grandes maestros del Museo del Prado. En 1874 consigue el Premio de Dibujo de la “Ilustración Española y Americana”, y obtiene la beca para estudiar en Roma, ciudad en la que residirá veintitrés años, hasta su nombramiento como director del Prado en 1897. En 1878 concurre a la Exposición Nacional de Madrid, y obtiene la Medalla de Honor, la misma distinción que obtiene ese mismo año en la Universal de París. A raíz de estos éxitos le llegan numerosos encargos no sólo de España y Francia, sino también de América y otros países europeos. Realiza viajes por España y se interesa por plasmar escenas costumbristas plenas de gracia y color, apoyadas siempre en un excepcional dominio del dibujo. Si bien no realizó exposiciones individuales, sus obras formaron parte de muestras y certámenes en ciudades de todo el mundo, como Londres, París, Berlín, São Paulo o Buenos Aires. Fue miembro de las Reales Academias de San Fernando y San Luis, de la Academia Francesa y de la Hispanic Society de Nueva York. Obtuvo, entre otras condecoraciones, la Cruz de Isabel la Católica y la Legión de Honor. Su obra está presente en el Museo del Prado, los de Bellas Artes de Zaragoza, Santander, La Habana y São Paulo, el MACBA, la Biblioteca Nacional y el Museo Romántico de Madrid, entre otros.

 

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Eduard Boehm (Viena, 1830 – después de 1900). “Partie aus Baiern”.

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Eduard BoehmLote en subasta:

BOEHM, Eduard (Viena, 1830 – después de 1900).
“Partie aus Baiern”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
Medidas: 50 x 82 cm; 79 x 110 cm (marco).

 

En esta obra Eduard Boehm plasma uno de sus personales paisajes alpinos, en este caso localizado en la región de Baviera. Como es habitual en su obra, la vegetación está trabajada a base de vibrantes tonos cálidos, perfectamente equilibrados e iluminados por una luz escenográfica, de herencia romántica, que refuerza la construcción tridimensional del espacio. También bebe de la influencia romántica la propia forma de componer el paisaje, con dos planos claramente diferenciados, el de fondo alzándose como un telón teatral y trabajado con una acusada monumentalidad, reforzada por el propio tratamiento atmosférico y lumínico. En primer plano se sitúan un camino y el curso de un río, ambos serpenteantes casi en paralelo, guiando nuestra mirada hacia el fondo, invitándonos a detenerrnos en cada recodo para disfrutar de la lírica del paisaje. La presencia de una pequeña figura en el primer término es también propia del paisaje romántico, dado que sirve como cicerone al espectador y, a la vez, indica la proporción monumental de la naturaleza salvaje.

Hijo del también artista Johann Boehm, el pintor austriaco Eduard Boehm se especializó en el paisaje, centrándose principalmente en los países alpinos, especialmente de las regiones de Hoher Dachstein, Salzburgo y Estiria. Desarrolló su carrera en Viena, si bien realizó diversos viajes en busca de nuevos paisajes. Actualmente está representado en numerosas colecciones particulares.
 

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Ramón Martí Alsina (Barcelona, 1826 – 1894). “Marina”.

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MARTÍ ALSINALote en subasta:

MARTÍ ALSINA, Ramón (Barcelona, 1826 – 1894).
“Marina”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
90 x 167 cm; 110 x 186 cm (marco).

 

Martí Alsina despliega en este lienzo una amplia panorámica natural, dominada por un cielo turbulento, ominoso, absolutamente protagonista, que parece reflejar el alma del pintor, casi al modo romántico. La composición es sobria y clara, con un plano de tierra abrupto, despojado casi de toda vegetación, una costa rocosa alzada frente a un mar nacarado y movido, cuyas olas en movimiento, magníficamente captadas por el pintor, reflejan las sensaciones que transmite el cielo, moviéndose amenazantes. No obstante, las figuras que adivinamos en el camino aparecen tranquilas, seguras en tierra y rodeadas por tonalidades claras, en contraste con los tonos fríos y brillantes, cristalinos incluso, del cielo y el mar. Martí Alsina refleja así una naturaleza cercana, conocida, pero que transmite esa impresión de monumentalidad sublime del paisaje romántico, empequeñeciendo la figura humana, mostrándose en todo su esplendor, con toda su fuerza, que parece a punto de desatarse, en el momento de silenciosa tensión previo a la tormenta.

Considerado hoy en día como la figura más importante del realismo español, Martí Alsina se enmarca dentro de la vanguardia europea del momento. Revolucionó el panorama artístico español del XIX, fue pionero del estudio al natural, y creador de la escuela catalana moderna, así como maestro de toda una generación, con discípulos de la importancia de Vayreda, Urgell o Torrescassana. Inició sus estudios en Filosofía y Literatura, alternándolos con las clases nocturnas de la Escuela de Bellas Artes de Barcelona hasta 1848. Finalizado este primer aprendizaje y decidido por la pintura, da sus primeros pasos en la comarca del Maresme, donde comenzó a ganarse la vida haciendo retratos de estilo naturalista y paisajes a “plen air”. A partir de 1850 su carrera artística se afianza, en 1852 ingresa como profesor de dibujo lineal en la Escuela de la Lonja de Barcelona, y dos años después pasó a impartir dibujo de figura, puesto que mantuvo hasta la ascensión al trono de Amadeo de Saboya.

En 1853 viaja a París, donde visita el Louvre y se familiariza con la obra de Horace Vernet, Eugène Delacroix y el romanticismo francés. Más adelante conocerá la obra de Gustave Courbet, el mayor exponente del realismo. En 1859 fue nombrado académico correspondiente de la Academia de Bellas Artes de Sant Jordi de Barcelona. Su primera muestra importante fue la Exposición General de Bellas Artes de Barcelona de 1851. A partir de ese momento expondrá con regularidad en Barcelona, Madrid y París, y fue invitado a la Exposición Universal de la capital gala de 1889. Entre sus premios destacan las medallas obtenidas en las Exposiciones Nacionales de Madrid, tercera en 1858 con la obra “Último día de Numancia” y segunda en 1860 con su paisaje. En sus últimos años vivió recluido, centrados sus esfuerzos en la búsqueda de nuevas formas de expresión, con una pincelada deshecha próxima al impresionismo. Entre sus temas encontramos numerosos paisajes y marinas, vistas urbanas (especialmente de Barcelona), retratos y figuras humanas, escenas costumbristas, temperamentales desnudos femeninos, pintura de historia y escenas bíblicas. En pocas ocasiones se dedicó al bodegón, aunque también pintó algunos de ellos. Se conservan obras de Martí Alsina en el Museo del Prado, el Thyssen-Bornemisza, el Nacional de Arte de Cataluña, el MACBA, el de la abadía de Montserrat y el de l’Empordà, en Figueras.
 

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Francisco Javier Amérigo Aparici (Valencia, 1842 – Madrid, 1912) “Paseo en barca”.

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AMÉRIGO Y APARICILote en subasta:

AMÉRIGO Y APARICI, Francisco Javier (Valencia, 1842 – Madrid, 1912)
“Paseo en barca”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en la popa de la barca.
Marco de época.
84 x 115,5 cm; 110 x 131 cm (marco).

 

Francisco Javier Amérigo nos muestra aquí una alegre fiesta a bordo de una barca de paseo, ocupada por una serie de damas y caballeros ataviados a la moda, uno de ellos con traje de majo, acompañados por varios niños. La barca es dirigida por un hombre de poderosa musculatura, que queda de espaldas a nosotros en una posición magistralmente plasmada, que refleja su esfuerzo y la tensión de su cuerpo. El resto de personajes, en cambio, permanecen ajenos a su presencia, ocupados charlando y bebiendo. Una niña, situada frente al timonel, se inclina para contemplar el agua, y en el mismo lado de la barca vemos a una joven dama que toca con su mano derecha el agua, jugando con los delicados cisnes que nadan junto a la embarcación, un detalle a la vez narrativo y ornamental que enriquece la escena. Las actitudes son pues muy variadas, si bien centra nuestra atención la figura de espaldas del caballero que alza una copa de licor haciendo un brindis hacia las damas. En la proa de la barca, un segundo grupo se sitúa en torno a la figura del majo, sentado de forma despreocupada en una situación elevada, sirviendo gallardamente vino a una de las damas situadas junto a él. La barca aparece en el centro del cuadro, perfectamente equilibrada en el espacio, sobre unas aguas en calma, espejadas, de tonalidad nacarada y ricas en reflejos y matices cromáticos. El río, muy ancho en el primer plano, gira formando un recodo al fondo, en el lado derecho, dirigiendo nuestra mirada hacia el fondo, delimitado por un horizonte azulado, de montañas de cumbres envueltas en nubes. Este horizonte se sitúa a media altura, dejando un amplio espacio para el desarrollo del cuelo, casi completamente cubierto por nubes blancas trazadas con dinamismo y delicadeza.

Francisco Javier Amérigo desarrolló su formación en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos, en Valencia, donde tuvo como maestro a Francisco Martínez Yago. Entre sus compañeros de estudios se hallaba el hijo de éste, Salvador Martínez-Cubells, quien sería su gran amigo el resto de su vida. Amérigo se trasladó posteriormente a Madrid para ampliar sus estudios en la Escuela de San Fernando, y en 1865 partió hacia Roma. Allí conoció a Eduardo Rosales y a Mariano Fortuny, y desde Roma envió el cuadro “Un Viernes Santo en el Coliseo de Roma”, con el que obtuvo segunda medalla en la Exposición Nacional de Madrid de 1876. En 1877 regresa a España, instalándose en Madrid, y ese mismo año participa de nuevo en la Nacional con el monumental lienzo de historia “Del saqueo de Roma”, obteniendo la ansiada medalla de primera clase. Aunque este cuadro se enmarca dentro de un género considerado como el supremo entonces, la pintura de historia, representa sin embargo la corriente más liberal de la misma, opuesta al triunfalismo propagandista que era generalmente premiado en los certámenes nacionales. De hecho, en él Amérigo retrata la devastación llevada a la capital del catolicismo por las tropas de Carlos V en 1527. No obstante, sus éxitos se continuarán, y será de nuevo premiado con primera medalla en 1892 por “Derecho de asilo”. Aparte de estos grandes lienzos de historia, Amérigo cultivó la pintura religiosa (pinturas del techo de la sacristía de la basílica de San Francisco el Grande, Madrid), y también creó escenografías para el Teatro Martín de la capital. Actualmente se conservan obras de Francisco Javier Amérigo en el Museo del Prado (obras en depósito en el Ministerio de Cultura, el Museo de Bellas Artes de Valencia y el Colegio Cervantes de Jerez de la Frontera), el Museo Víctor Balaguer de Vilanova i la Geltrú y otras colecciones públicas y privadas.
 

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Francesc GIMENO ARASA (Tortosa, Tarragona, 1858 – Barcelona, 1927). “Paisaje costero”.

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GIMENO I ARASALote en subasta:

GIMENO I ARASA, Francesc (Tortosa, Tarragona, 1858 – Barcelona, 1927).
Paisaje costero.
Óleo sobre tabla.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
Adjunta certificado de D. Marçal Barrachina.
Medidas: 29 x 34 cm.; 44 x 49 cm (marco).

 

Pintor y dibujante, Francesc Gimeno inicia su formación en Tortosa a los catorce años. En 1880 se instala en Barcelona y trabaja como pintor decorador. En este momento, ante el triunfo indiscutible de la pintura modernista, Gimeno no sólo se mantiene alejado del ambiente artístico catalán, sino que insiste en seguir la huella de los pintores del Siglo de Oro. Así, cuando el destino habitual de los pintores solía ser París, él viaja a Madrid en 1884. Allí trabaja con Carlos de Haes, maestro del paisajismo realista, y se dedica a estudiar las obras del Museo del Prado, especialmente las de Velázquez.

A su regreso a Barcelona, en 1889, súbitamente rechaza los contratos que se le ofrecen, y se dedica de nuevo a la pintura decorativa. Gimeno se mantuvo casi siempre al margen del mundo comercial del arte. Durante la mayor parte de su vida, apartado de los círculos oficiales, pintaba lo que le era más cercano, su familia y él mismo, sin descuidar nunca el paisaje. Participó en algunas exposiciones, consiguiendo premios como los diplomas honoríficos en la de Barcelona de 1894 y la Nacional de Madrid de 1904, pero sus obras eran frecuentemente rechazadas por los jurados. Los críticos y el público, acostumbrados a otro tipo de pintura, también repudiaban su realismo expresivo, el tema proletario y su pincelada fuerte y gruesa. Desengañado, acentuó su marginación respecto al mundo del arte y de la sociedad en general, y aquel joven abierto, apasionado y lleno de ilusión se transformó en un hombre cerrado, desaliñado y automarginado.

A pesar de todo, Gimeno también tuvo un pequeño círculo de admiradores. El crítico Romà Jori, el pintor Ignasi Mallol y el galerista Josep Dalmau organizaron la primera exposición individual del pintor en 1915. La exposición tuvo éxito de crítica y por primera vez su tarea artística fue reconocida. Este hecho marcó el inicio de la última etapa del artista; aparecieron algunos mecenazgos que liberaron a Gimeno del trabajo de pintor decorador y, a partir de entonces, realizó diversas campañas paisajísticas. El reconocimiento a la obra de Gimeno fue creciendo en los últimos años de su vida hasta culminar en el homenaje que, en la Navidad de 1925, se le dedicó en la Sala Parés. El MACBA le dedicó una exposición en 1978, y en 2006 el Museo Nacional de Arte de Cataluña celebró la primera exposición de carácter verdaderamente antológico dedicada a su obra. Gimeno está representado en el Museo del Prado, el MACBA de Barcelona, el de Montserrat, el Nacional de Arte de Cataluña, la Fundación Francisco Godía y la colección J. Sala, así como en diversas colecciones particulares de importancia.

Las escenas que pintó Gimeno representan la realidad cruda, sin concesiones estéticas, y revelan a un pintor y dibujante extraordinario. Su obra, de un realismo directo y transgresor, destacó ante todo por su expresividad, que domina sobre el resto de valores plásticos. Esta expresividad se traduce en una pincelada nerviosa y rápida, cargada de materia, que produce en el espectador una impresión instantánea sin necesidad de dibujar, como puede constatarse en esta escena costera protagonizada por algunas barcas.
 

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Felipe Abárzuza Rodríguez de Arias (Cádiz, 1871 – 1948). “Manolas en el patio”.

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ABÁRZUZA Y RODRÍGUEZ DE ARIAS

ABÁRZUZA Y RODRÍGUEZ DE ARIAS, Felipe (Cádiz, 1871 – Puerto Real, Cádiz, 1948).
“Manolas en el patio”, 1911.
Óleo sobre lienzo.
Firmado y fechado en el ángulo inferior izquierdo.
46 x 67 cm; 65 x 86 cm (marco).

 

En este lienzo Abárzuza nos presenta una escena costumbrista contemporánea, protagonizada por cinco mujeres vestidas con trajes de colores claros y adornadas con mantones y flores en los cabellos. Las manolas aparecen relajadas en un patio andaluz, charlando y descansando a la sombra, una de ellas mirando directamente al espectador, integrándonos en la escena.

Destacado representante de la pintura gaditana de la primera mitad del siglo XX, de lenguaje impresionista, Felipe Abárzuza se sintió atraído por la pintura desde niño, e inició su formación en la Escuela de Bellas Artes de Cádiz, donde tuvo como maestro a José Morillo. Más tarde ampliará sus estudios en Madrid junto a Joaquín Sorolla, pintor clave en el desarrollo de su estilo. Pintor, restaurador y fresquista, abordó un amplio abanico de temas, incluyendo el paisaje, el retrato, el costumbrismo, el orientalismo y la pintura de casacones tan del gusto de la época. Fue asimismo profesor de Composición Decorativa en la Escuela de Artes e Industrias y Bellas Artes de su ciudad natal, teniendo como discípulos a Julio Moisés y Manuel López Gil, entre otros, académico de la Academia de Bellas Artes gaditana, director del Museo Provincial de Cádiz y también miembro de la Comisión de Monumentos de la misma provincia.

Como pintor decorador, realizó proyectos destacados como las pinturas del Gran Teatro Falla de Cádiz, ejecutadas entre 1908 y 1909 después de haber ganado el correspondiente concurso. También son obra suya las de la capilla del Hospital de Mujeres, la capilla del Sagrario de la iglesia de San Antonio y los techos del Ayuntamiento, en Cádiz. Asimismo, dio a conocer sus obras de caballete a través de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, siendo galardonado con mención de honor en 1895 (el Estado adquirió en esta ocasión una de sus obras, titulada “Ilusiones y realidades”), tercera medalla en 1899 y 1901 y segunda en 1904. Actualmente se conservan obras de su mano en el Museo del Prado (obras en depósito en la Delegación del Gobierno en Sevilla y el Museo de Bellas Artes de Granada) y el Museo de Cádiz, así como en diversas colecciones particulares de importancia.
 

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